La
conversión consiste en cambio de dirección, me estoy yendo por el camino ancho,
entonces cambio por el camino angosto, me estoy alejando de Dios, me acerco a
Dios
Los frutos
de la conversión es decir la conversión hacia donde nos lleva actuar.
CASOS BÍBLICOS DE CONVERSIÓN
Juan 4, 25
ss el Evangelista Juan nos habla de la
Samaritana, no se sabe su nombre pero el aposto San Juan le dedica casi un
capítulo entero.
Jesús después de un dialogo profundo con la Samaritana, le
dice en que consiste la verdadera religión: “Dios es Espíritu y los que lo
adoran, lo harán en Espíritu y Verdad, dos cosas que están relacionadas con la
conversión. Recordemos lo que Jesús le había dicho a Nicodemo que tenía que
nacer de nuevo del “agua y del espíritu”, el agua que es sacramento del
bautismo y el Espíritu que también que tiene un rol muy importante, porque el
Espíritu nos guía en todo. A Dios se le debe adorar de una manera autentica,
nada de apariencia.
Juan 4, 25 – 26:
25 La mujer le dijo:
—Yo sé que va a venir el Mesías (es decir, el Cristo); y cuando él venga,
nos lo explicará todo.
26 Jesús le dijo:
—Ése soy yo, el mismo que habla contigo.
Esto fue una
experiencia muy extraordinaria, porque al Mesías lo esperaban 1800 años y ahora
resulta, que la Samaritana se encuentra con el Mesías prometido por Dios, “en esto llegaron sus discípulos, y se
quedaron extrañados de que Jesús estuviera hablando con una mujer. Pero ninguno
se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué estaba conversando con ella.”
(Juan 4, 27). Los discípulos se
quedan asombrados porque los judíos y los de samaria no se llevaban; y Jesús
estaba conversando con una persona de Samaria. La mujer dejó su cántaro y se
fue al pueblo, donde dijo a la gente: “Vengan
a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el
Mesías? “(Juan 4, 29).
Jesús y la Samaritana |
En estos dos
versículos está el fruto de la conversión, porque dejo su cántaro, a pesar que
esto significaba toda su vida, porque en el cántaro está representado su vida,
su preocupación diaria, el marido que la está esperando.
¿Nosotros
dejamos nuestro cántaro? El cántaro es la vida que llevamos todos los días y
muchas veces el Señor nos dice déjalo, pero como lo tenemos tan agarrado nos
cuesta dejarlo, para seguir al Señor hay que dejar el cántaro, porque si se
sigue aferrado a el, no se puede. Tenemos que dejar nuestra vida de pecado para
seguir a Jesús. La samaritana no solo deja su cántaro sino que se va al pueblo
a compartir lo que ha descubierto: que una persona del pueblo, sencilla es el
Mesías. Entonces salieron del pueblo y fueron a donde estaba Jesús. (Juan 4,
30)
Los
discípulos se preocupan que el Maestro se alimente
“31 Mientras tanto, los
discípulos le rogaban:
—Maestro, come algo.
32 Pero él les dijo:
—Yo tengo una comida, que ustedes no conocen.
33 Los discípulos comenzaron a
preguntarse unos a otros:
—¿Será que le habrán traído algo de comer?
34 Pero Jesús les dijo:
—Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo”. (Juan 31 - 34)
Los discípulos no le entienden a
Jesús lo que les decía.
Ustedes
dicen: “Todavía faltan cuatro meses para
la cosecha”; pero yo les digo que se fijen en los sembrados, pues ya están
maduros para la cosecha” (Juan 4, 35). Jesús llama a sus
discípulos a que sean cosechadores.
37 Pues bien dice el dicho, que “Unos siembran y otros cosechan.” 38 Y
yo los envié a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo; otros
fueron los que trabajaron, y ustedes son los que se han beneficiado del trabajo
de ellos (Juan 4, 37 – 38). El dueño de la
cosecha es Dios.
39 Muchos de los habitantes de aquel pueblo de Samaria creyeron en
Jesús por lo que les había asegurado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he
hecho.» 40 Así que, cuando los samaritanos llegaron, rogaron
a Jesús que se quedara con ellos. Él se quedó allí dos días, 41 y
muchos más creyeron al oír lo que él mismo decía. 42 Y
dijeron a la mujer: «Ahora creemos, no solamente por lo que tú nos dijiste,
sino también porque nosotros mismos le hemos oído y sabemos que de veras es el
Salvador del mundo.» (Juan 4, 39 – 42). Es decir son
testigos de lo que había pasado con Jesús y podían también compartir su
testimonio, de lo que Jesús había obrado en sus vidas con los demás. Toda
persona que ha tenido un encuentro con Jesús, tiene un testimonio; Jesús nos
cambia la vida, nos transforma.
Lucas 19, 5 – 10: El cambio de Zaqueo
Lucas 19, 5 – 10: El cambio de Zaqueo
5 Cuando Jesús pasaba por allí, miró hacia arriba y le dijo:
—Zaqueo, baja en seguida, porque hoy
tengo que quedarme en tu casa.
6 Zaqueo bajó aprisa, y con gusto recibió a Jesús. 7 Al
ver esto, todos comenzaron a criticar a Jesús, diciendo que había ido a
quedarse en la casa de un pecador. 8 Zaqueo se levantó
entonces y le dijo al Señor:
—Mira, Señor, voy a dar a los pobres
la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré
cuatro veces más.
9 Jesús le dijo:
—Hoy ha llegado la salvación a esta
casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. 10 Pues
el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.
Lo material en sí mismo no es malo, porque es un instrumento
del Señor para alcanzar un bien, lo errado es estar muy apegado a ello, y no
pensar en compartir con los que menos tienen, o por acumular dejan de lado a la
familia o se meten en negocios turbios. Transformando al Dinero en un Dios
porque solo viven para eso, valorando por lo que cuanto tienen y no por el ser
de la persona.
En el caso de Zaqueo la conversión de un fruto, rompió el
apego entre la persona y la posesión, hay que saber desprenderse: por eso en
tiempos de cuaresma una de las manifestaciones de conversión son las obras de
caridad.
El fruto de la conversión de Zaqueo lo vemos cuando él acoge
a Jesús en su casa y deja el apego a lo
material, que hasta ese momento lo tenía, por seguir Jesús.
Lucas 24, 28 – 35: Los discípulos de Emaús
—Quédate con nosotros,
porque ya es tarde. Se está haciendo de noche.
Jesús entró, pues, para
quedarse con ellos. 30 Cuando ya estaban sentados a la
mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se
lo dio. 31 En ese momento se les abrieron los ojos y
reconocieron a Jesús; pero él desapareció. 32 Y se dijeron
el uno al otro:
—¿No es verdad que el
corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos
explicaba las Escrituras?
33 Sin esperar más, se pusieron en camino y volvieron a Jerusalén,
donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a sus compañeros, 34 que
les dijeron:
—De veras ha resucitado
el Señor, y se le ha aparecido a Simón.
35 Entonces ellos dos les contaron lo que les había pasado en el
camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan.
El fruto de la conversión de estos discípulos fue el cambio
de actitud interior. Este cambio se debió cuando lo reconocieron al partir el
pan, es decir cuando Jesús estaba celebrando la Eucaristía: “Cuando ya estaban
sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios,
lo partió y se lo dio” (Lucas 24, 30). Los discípulos al tener el
encuentro con el “Resucitado”, tienen un cambio de actitud, la alegría de salir
a comunicarlo a los demás que Jesús está vivo.
Beato Padre Damián de Molokai
Misionero SS.CC. (1840-1889)
Memorial: 10 de Mayo
"EL LEPROSO VOLUNTARIO POR
AMOR"
Misionero SS.CC. (1840-1889)
Memorial: 10 de Mayo
Memorial: 10 de Mayo
"EL LEPROSO VOLUNTARIO POR
AMOR"
"ningún sacrificio es
demasiado grande si se hace por Cristo"
-Padre Damián
-Padre Damián
Nació el 3 de enero en la finca de
sus padres, en Tremeloo, Bélgica. Su nombre de bautismo es José Veuster.
Estudió en Braine-le-Comte. Entró en la vida religiosa con los Padres de los
Sagrados Corazones de Jesús y María (SS.CC.), el 7 de Octubre de 1860 y tomó
como nombre Damián.
En 1864 lo enviaron a aquellas islas
y dos meses mas tarde, el 24 de mayo, fue ordenado sacerdote en Honolulu, la
capital.
1873 MOLOKAI
En Hawai se desató una terrible
epidemia de lepra. El pánico cundía por todas partes ya que se trata de una
enfermedad terrible en la que se pudre lentamente el cuerpo del enfermo. No se
conocía cura.
El rey promulgó un decreto: todos los
que contraen la enfermedad deben ser aislados, llevándoseles a una colonia
especial para ellos en la isla de Molokai. Debían por tanto separarse para
siempre de su familia. Se les llevaba alimentos y algunos abastecimientos pero
por lo demás eran allí abandonados a su suerte.
En 1873 el obispo de las islas se
preocupaba de el cuidado espiritual de los leprosos. Pero comprendía que si
enviaba un sacerdote a Molokai sería con la provisión que, bajo las nuevas
regulaciones del gobierno, debería quedarse allí para siempre y casi de seguro
contraería la enfermedad.
El Padre Damián pidió ser enviado. Inmediatamente
se puso en camino. Con tristeza escuchaba la risa de los borrachos, el llanto
de los moribundos, los aullidos de los perros salvajes que devoraban a los
muertos. Allí no había ley ni protección para nadie. Los niños y las mujeres
vivían con temor por la frecuente violencia. La gente vivía sin esperanza y sin
paz. Se consideraba aquel lugar como un infierno en la tierra.
El Padre Damián transformó aquel infierno con el poder del amor divino en una comunidad de y amor y paz. Por años sirvió solo como santo sacerdote ocupándose tanto las necesidades espirituales como las corporales. Por fin, en 1885, contrajo lepra a la edad de 49 años. A pesar del avance de la enfermedad, rehusó ser trasladado para recibir tratamiento.
El Padre Damián transformó aquel infierno con el poder del amor divino en una comunidad de y amor y paz. Por años sirvió solo como santo sacerdote ocupándose tanto las necesidades espirituales como las corporales. Por fin, en 1885, contrajo lepra a la edad de 49 años. A pesar del avance de la enfermedad, rehusó ser trasladado para recibir tratamiento.
"Hasta este momento me siento
feliz y contento, y si me dieran a escoger la posibilidad de salir de aquí
curado, respondería sin dudarlo: "Me quedo para toda la vida con mis
leprosos"".
A pesar grandes sufrimientos y con su
cuerpo deformado, continuó su ministerio hasta el fin de su vida.
A su hermano Pánfilo le escribe el 16
de noviembre de 1887, unos meses antes de morir:
"Continúo siendo el único sacerdote en Molokai. El padre Columbano y últimamente el padre Wendelin Moellers son los únicos hermanos que he visto desde hace dieciséis meses. Por tener tanto que hacer, el tiempo se me hace muy corto; la alegría y el contento del corazón que me prodigan los Sagrados Corazones hacen que me crea el misionero más feliz del mundo. Así es sacrificio de mi salud, que Dios ha querido aceptar haciendo fructificar un poco mi ministerio entre los leprosos, lo encuentro después de todo bien ligero e incluso agradable para mí, atreviéndome a decir como San Pablo -Estoy muerto y mi vida está escondida con Cristo en Dios-".
"Continúo siendo el único sacerdote en Molokai. El padre Columbano y últimamente el padre Wendelin Moellers son los únicos hermanos que he visto desde hace dieciséis meses. Por tener tanto que hacer, el tiempo se me hace muy corto; la alegría y el contento del corazón que me prodigan los Sagrados Corazones hacen que me crea el misionero más feliz del mundo. Así es sacrificio de mi salud, que Dios ha querido aceptar haciendo fructificar un poco mi ministerio entre los leprosos, lo encuentro después de todo bien ligero e incluso agradable para mí, atreviéndome a decir como San Pablo -Estoy muerto y mi vida está escondida con Cristo en Dios-".
Al final de su vida tuvo el consuelo
del Padre Wendelin y las hermanas franciscanas que fueron a Molokai
para encargarse de la enfermería. Entre ellas la beata Madre Marianna Cope quien dedicó mas de 30 años al
servicio de los leprosos.
Padre Damián murió leproso el 15 de
Abril de 1889. Fue enterrado junto a la Iglesia de Santa Filomena en Molokai,
Hawai.
Beatificado por Juan Pablo II, el 3 de Junio, 1995 con el título de "Beato Damián de Molokai"
Beatificado por Juan Pablo II, el 3 de Junio, 1995 con el título de "Beato Damián de Molokai"
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