jueves, 15 de octubre de 2015

LO QUE DIOS PIDE AL HOMBRE

¿Qué retribución esperas de nosotros Señor?

Lo que pide Dios al hombre
  • Malaquías 1,6: “Dios Todopoderoso dice a los sacerdotes: Los hijos honran a sus padres y los criados respetan a sus amos pues si yo soy el padre de ustedes, ¿Por qué ustedes no me honran, si soy su amo, ¿porque no me respetan? Ustedes me desprecian y dicen todavía ¿en qué te hemos despreciado?” 

Dios espera de nosotros que lo honremos, lo respetemos, lo obedezcamos, cariño.
Jesús ante la pregunta de la samaritana de como debían adorar a Dios de manera que él esté contento, le responde: “Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Juan 4, 23).
Jesús y la samaritana


Las ofrenda materiales por ejemplo una vela, cuando nuestra formación cristiana todavía es pequeña; pensamos que la vela es para Dios, pero San Pablo a los atenienses les dice “él no necesita nada” (Hechos 17, 25)

La sensación que si Dios necesita algo y yo le doy, entonces Dios queda en deuda conmigo y por lo tanto me tiene que retribuir y es al revés, nosotros le devolvemos a Dios un poquito de lo mucho que nos da, es más bien para decirle Señor disculpa te estoy dando casi nada. La vela es una señal, un signo de fe: “así como la vela ilumina, así Señor es mi fe está encendida por ti, creo en ti”.

Lo que quiere Dios por el amor que nos da es que le honremos; el cuarto mandamiento nos dice: “honra a tu padre y a tu madre”, en el libro de Malaquías Dios pide que lo honren, pero muchas veces podemos pensar que si lo estamos haciendo porque estamos yendo al Templo, poniendo velas, flores, cuando llega su fiesta reventando, castillos, ¿entonces que más quiere?, pero recordemos lo que dice en Isaías 29, 13: “… este pueblo me honra con la boca pero su corazón está lejos de mi …” . Dios quiere que lo amen con un corazón sincero.

  • Malaquías 1, 7- 8: “Ustedes traen a mi altar pan indigno y todavía preguntan ¿En qué te ofendemos? Ustedes me ofenden cuan piensan que mi altar puede ser despreciado que no hay nada malo en ofrecerme animales ciegos, cojos, enfermos …”.  
Dios quiere lo mejor, por ejemplo la ofrenda que dio Abel fue lo mejor, mientras que Caín no le dio lo mejor, mientras Abel buscaba la mejor ofrenda para Dios. Debemos darle a Dios lo mejor de nuestra vida cada día como nos dice San Pablo en Romanos 14, 8: “Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor. Tanto en la vida como en la muerte pertenecemos al Señor.” 

Si estas enfermo no busques sanarte como sea, ponte en las manos del Señor, si te da salud, “Bendito sea” y si no te la da, también bendícelo, a veces es duro aceptarlo, pero siempre hay que contar con las dos posibilidades. Jesús dice en Mateo 7, 7: Pidan y recibirán; también puede que no se reciba la salud; por eso siempre hay que decir no solo con la boca sino también con el corazón “amén”, sea que Dios quiera dejarnos o llevarnos.

San Pablo nos dice en Filipenses 1, 21 – 25: pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger...Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe. San Pablo quería ya estar con Dios pero nosotros siempre queremos quedarnos y le pedimos a Dios que no nos lleve, es que nuestra conciencia y nuestro corazón nos dice no estamos preparados para encontrarnos con Dios y pasar el umbral de la muerte.

¿Qué espera Dios del hombre?
  • Deuteronomio10, 12 – 13: Israelitas, ¿Qué pide de ustedes el Señor su Dios?, solamente que le honren y sigan sus caminos, que lo amen y lo adoren como todo el corazón y con todo el alma, y que cumplan sus mandamientos y sus leyes para que les vaya bien”.
  • Miqueas 6, 6 – 8:” ¿Con que me presentare a adorar al Señor el Dios de lo alto? ¿Me presentare ante el con becerros de un año para ofrecérselos en holocausto? ¿Se alegrara el Señor si le ofrezco mil carneros o diez mil porongos de aceite? ¿O si le ofrezco a mi hijo mayor en pago de mi rebelión y mi pecado?” “El Señor ya te ha dicho hombre en que consiste lo bueno y que es lo que él espera de ti que hagas justicia, que seas fiel, leal y que obedezcas humildemente a tu Dios”.

Mateo 15,8: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”
Isaías 59, 3: “Cuando levantan sus manos para adorar el Señor no las quiere ver porque están manchadas de sangre… ”.
No las quiere ver porque no se está cumpliendo con los mandamientos .

Los  tres primeros mandamientos hablan de la relación con Dios: “amar a Dios con toda la mente y el corazón”, “no tomar el nombre de Dios en vano” y “santificar las fiestas”; los otros siete restantes hablan de la comunidad humana, la familia, la vida, la sexualidad recta, la honestidad, el cuidado de la lengua.
Si uno hace las ofrendas a Dios pero no cuida esos mandamientos, entonces eso nos lleva a plantearnos la pregunta ¿Qué actitud debe haber en nosotros?.
En el Salmo 15 nos dice:
“¿Quién puede residir en tu santuario?, ¿Quién puede habitar en tu santo monte? “, y responde con la actitud: “el que vive sin tacha” por eso debemos acercarnos a participar de la Santa Misa, recurrir al sacramento de la confesión, leer la Palabra de Dios, participar de la comunidad bíblica para ser instruidos porque necesitamos combatir “el hombre viejo que todavía está en nosotros”. Debemos trabajar nuestra conversión, Dios nos pide actitud.
En la Transfiguración de Jesús nuestro Señor mostró su gloria a tres de sus apóstoles en el monte Tabor. Narra el santo Evangelio (Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10) que unas semanas antes de su Pasión y Muerte, subió Jesús a un monte a orar, llevando consigo a sus tres discípulos predilectos, Pedro, Santiago y Juan. Y mientras oraba, su cuerpo se transfiguró. Sus vestidos se volvieron más blancos que la nieve, y su rostro más resplandeciente que el sol. Y se aparecieron Moisés y Elías y hablaban con Él acerca de lo que le iba a suceder próximamente en Jerusalén. 
La transfiguración de Jesús
La experiencia que tuvieron los discípulos solo fue para que sepan lo que les espera, con la esperanza de que Él nos espera con su gloria en el Cielo y que vale la pena cualquier sufrimiento por alcanzarlo. A entender que el Cielo es algo que hay que ganar con los detalles de la vida de todos los días.
Por eso como dice en el Salmo 15 tenemos que vivir sin tacha,  hacer lo bueno de corazón, no hablar mal de nadie, no hacer daño al amigo ni ofender al vecino.
Hay cosas que en la Biblia se tiene que entender según el tiempo como en el verso 4 del Salmo 15: “mirar con desprecio al que desprecio merece”, en el Nuevo Testamento esto ya no lo considera, hay cosas que del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento lo purifica como cuando Jesús dice en Mateo 5, 38: “Se dijo ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo: no resistan al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra”.
Jesús y la mujer pecadora

Los fariseos miraban con desprecio al que ellos consideraban pecadores por eso se quedaron admirados cuando Jesús los acogía como lo encontramos este relato en Lc 7, 36-50. Es un relato maravilloso en todo su desarrollo. Comienza la historia con la invitación de un fariseo a comer en su casa. En la misma ciudad había una mujer pecadora pública. Al saber que Jesús estaba allí, cogió un frasco de alabastro de perfume, entró en la casa, se puso a los pies de Jesús a llorar, mojando sus pies con sus lágrimas y secándoselos con sus cabellos, ungió los pies de Cristo con el perfume y los besó. El fariseo, entretanto, ponía en duda a Cristo. Pero Jesús, que leía su pensamiento, le propuso una parábola sobre un acreedor que tenía dos deudores y a ambos perdonó. Se aprovechó de aquella parábola para salir en defensa de aquella mujer comparando su actitud con la de él: la de ella llena de amor y arrepentimiento; la de él llena de soberbia y vanidad. Tras ello, hace una afirmación que parece la absolución tras una excelente confesión: “Le quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor”, dice dirigiéndose al fariseo, llamado Simón. Y a la mujer: “Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. Los comensales volvieron a juzgar a Jesús: “Quién es éste que hasta perdona los pecados?”
El Apóstol San Pablo

Hay que tener una actitud correcta, pero esto no es fácil porque todavía tenemos dos vestidos el hombre viejo y el hombre nuevo y San Pablo nos dice en efesios 4, 22: “a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias”.

Hay que cumplir la promesa aunque nos vaya mal, pero no jurar, prestar dinero pero sin exigir intereses, no aceptar soborno en contra del inocente.

En el Nuevo testamento se puede apreciar que la actitud que espera Dios es de nosotros es a un mucho más por ejemplo en Mateo 5, 27 – 28: “Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”. Por eso en la misa decimos “yo he pecado de pensamiento, palabra, obra u omisión”.
En el libro de 1 Crónicas 29, 10 – 13 observamos que la alabanza, el dar gloria y gracias a Dios es fundamental en la actitud eso tiene varios significados, cuando alabamos estamos reconociendo que es nuestro Señor y la gratitud es aceptar su designio como lo hizo Job cuando decía: «Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré. Yahveh dio, Yahveh quitó: ¡Sea bendito el nombre de Yahveh!» (Job 1, 21). 


la Virgen María, al hijo que dio a luz lo recibió destrozado cuando lo bajaron de la cruz
La Virgen María, recibiendo en brazos a su hijo Jesús destrozado cuando lo bajaron de la Cruz 
Para llegar a este nivel hay que desarrollar una buena actitud, normalmente agradecemos lo bueno, y lo que nos parece “malo”, renegamos de Dios y tomar como ejemplo a nuestra Madre la Virgen María, al hijo que dio a luz lo recibió destrozado cuando lo bajaron de la cruz y no renegó, pero sufrió intensamente pero lo supo aceptar, por eso si a nosotros nos llega esa prueba por más extrema que sea tenemos que aceptarla diciendo “AMEN” y no renegar de Dios.
Hay que alabar y darle gracias a Dios no solo cuando todo está bien sino también cuando las cosa van mal.
Un Maestro de la ley le pregunta a Jesús:" ¿cual es el mandamiento más importante de la Ley? "(Mateo 22, 35 – 40)
En el Antiguo Testamento pareciera que hay diez mandamientos, pero esto solo es el decálogo, En el Antiguo Testamento hay muchos mandamientos y sus aplicaciones que los maestros de la Ley sacaron como por ejemplo normas de purificación.
Ante esta pregunta del maestro de la Ley Jesús le responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.” Entonces a Dios hay que amarlo con todo el corazón y la mente. Los Santos lo hicieron porque ellos cultivaron el amor a Dios, llenándose de su amor para poder brindarlos a los hermanos; si esto no se da es difícil hacerlo, porque el hombre “es el lobo del propio hombre” como lo dijo el filósofo ingles Thomas Hobbes o como lo dijo Carlos Marx “la explotación del hombre por el hombre”. El hombre explota al hombre porque para él no existe Dios, nosotros los creyentes católicos en la medida que vamos entrando al amor de Dios es donde decidimos poner nuestra voluntad para amar, perdonar, comprender, tolerar etc. al hermano, ayudado de la fuerza que nos da Dios.


 La Palabra de Dios nos dice, que lo que espera de nosotros, son nuestras actitudes de entrega, nuestra honra de corazón sincero.
Lo primero es vivir ante Dios y ante los demás en actitud de amor.

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