¿Qué retribución esperas de nosotros Señor?
Lo que pide Dios al hombre |
- Malaquías 1,6: “Dios Todopoderoso dice a los sacerdotes: Los hijos honran a sus padres y los criados respetan a sus amos pues si yo soy el padre de ustedes, ¿Por qué ustedes no me honran, si soy su amo, ¿porque no me respetan? Ustedes me desprecian y dicen todavía ¿en qué te hemos despreciado?”
Dios espera de nosotros que lo honremos, lo respetemos, lo
obedezcamos, cariño.
Jesús ante la pregunta de la samaritana de como debían adorar
a Dios de manera que él esté contento, le responde: “Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Juan 4, 23).Jesús y la samaritana |
Las ofrenda materiales por ejemplo una vela, cuando nuestra formación cristiana todavía es pequeña; pensamos que la vela es para Dios, pero San Pablo a los atenienses les dice “él no necesita nada” (Hechos 17, 25)
La sensación que si Dios necesita algo y yo le doy, entonces Dios queda en deuda conmigo y por lo tanto me tiene que retribuir y es al revés, nosotros le devolvemos a Dios un poquito de lo mucho que nos da, es más bien para decirle Señor disculpa te estoy dando casi nada. La vela es una señal, un signo de fe: “así como la vela ilumina, así Señor es mi fe está encendida por ti, creo en ti”.
Lo que quiere Dios por el amor que nos da es que le honremos; el cuarto mandamiento nos dice: “honra a tu padre y a tu madre”, en el libro de Malaquías Dios pide que lo honren, pero muchas veces podemos pensar que si lo estamos haciendo porque estamos yendo al Templo, poniendo velas, flores, cuando llega su fiesta reventando, castillos, ¿entonces que más quiere?, pero recordemos lo que dice en Isaías 29, 13: “… este pueblo me honra con la boca pero su corazón está lejos de mi …” . Dios quiere que lo amen con un corazón sincero.
- Malaquías 1, 7- 8: “Ustedes traen a mi altar pan indigno y todavía preguntan ¿En qué te ofendemos? Ustedes me ofenden cuan piensan que mi altar puede ser despreciado que no hay nada malo en ofrecerme animales ciegos, cojos, enfermos …”.
Si estas enfermo no busques sanarte como sea, ponte en las manos del Señor, si te da salud, “Bendito sea” y si no te la da, también bendícelo, a veces es duro aceptarlo, pero siempre hay que contar con las dos posibilidades. Jesús dice en Mateo 7, 7: “Pidan y recibirán”; también puede que no se reciba la salud; por eso siempre hay que decir no solo con la boca sino también con el corazón “amén”, sea que Dios quiera dejarnos o llevarnos.
San Pablo nos dice en Filipenses 1, 21 – 25: “pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger...Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe”. San Pablo quería ya estar con Dios pero nosotros siempre queremos quedarnos y le pedimos a Dios que no nos lleve, es que nuestra conciencia y nuestro corazón nos dice no estamos preparados para encontrarnos con Dios y pasar el umbral de la muerte.
¿Qué espera Dios del hombre?
- Deuteronomio10, 12 – 13: “Israelitas, ¿Qué pide de ustedes el Señor su Dios?, solamente que le honren y sigan sus caminos, que lo amen y lo adoren como todo el corazón y con todo el alma, y que cumplan sus mandamientos y sus leyes para que les vaya bien”.
- Miqueas 6, 6 – 8:” ¿Con que me presentare a adorar al Señor el Dios de lo alto? ¿Me presentare ante el con becerros de un año para ofrecérselos en holocausto? ¿Se alegrara el Señor si le ofrezco mil carneros o diez mil porongos de aceite? ¿O si le ofrezco a mi hijo mayor en pago de mi rebelión y mi pecado?” “El Señor ya te ha dicho hombre en que consiste lo bueno y que es lo que él espera de ti que hagas justicia, que seas fiel, leal y que obedezcas humildemente a tu Dios”.
Mateo 15,8: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está
lejos de mí” .
Isaías 59, 3: “Cuando levantan sus manos para adorar el Señor no
las quiere ver porque están manchadas de sangre… ”.
No las quiere ver porque no
se está cumpliendo con los mandamientos .
Los tres primeros mandamientos hablan de la
relación con Dios: “amar a Dios con toda la mente y el corazón”, “no tomar el
nombre de Dios en vano” y “santificar las fiestas”; los otros siete restantes
hablan de la comunidad humana, la familia, la vida, la sexualidad recta, la
honestidad, el cuidado de la lengua.
Si uno hace las ofrendas a Dios pero no cuida esos
mandamientos, entonces eso nos lleva a plantearnos la pregunta ¿Qué actitud
debe haber en nosotros?.
En el Salmo 15 nos dice:
“¿Quién puede residir en tu santuario?, ¿Quién puede habitar
en tu santo monte? “, y responde con la actitud: “el que vive sin tacha” por
eso debemos acercarnos a participar de la Santa Misa, recurrir al sacramento de
la confesión, leer la Palabra de Dios, participar de la comunidad bíblica para
ser instruidos porque necesitamos combatir “el hombre viejo que todavía está en
nosotros”. Debemos trabajar nuestra conversión, Dios nos pide actitud.
En la Transfiguración
de Jesús nuestro Señor mostró su gloria a tres de sus apóstoles en el monte
Tabor. Narra el santo Evangelio (Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10) que unas semanas antes
de su Pasión y Muerte, subió Jesús a un monte a orar, llevando consigo a sus
tres discípulos predilectos, Pedro, Santiago y Juan. Y mientras oraba, su
cuerpo se transfiguró. Sus vestidos se volvieron más blancos que la nieve, y su
rostro más resplandeciente que el sol. Y se aparecieron Moisés y Elías y
hablaban con Él acerca de lo que le iba a suceder próximamente en Jerusalén.
La transfiguración de Jesús |
La experiencia que tuvieron los discípulos solo fue para que
sepan lo que les espera, con la esperanza de que Él nos espera con su
gloria en el Cielo y que vale la pena cualquier sufrimiento por alcanzarlo. A entender que el Cielo es algo
que hay que ganar con los detalles de la vida de todos los días.
Por eso como dice en el Salmo 15
tenemos que vivir sin tacha, hacer lo
bueno de corazón, no hablar mal de nadie, no hacer daño al amigo ni ofender al
vecino.
Hay cosas que en la Biblia se
tiene que entender según el tiempo como en el verso 4 del Salmo 15: “mirar con
desprecio al que desprecio merece”, en el Nuevo Testamento esto ya no lo
considera, hay cosas que del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento lo purifica
como cuando Jesús dice en Mateo 5, 38: “Se dijo ojo por ojo y diente por
diente. Pero yo les digo: no resistan al mal; antes bien, al que te abofetee en
la mejilla derecha ofrécele también la otra”.
Jesús y la mujer pecadora |
Los fariseos miraban con
desprecio al que ellos consideraban pecadores por eso se quedaron admirados
cuando Jesús los acogía como lo encontramos este relato en Lc 7, 36-50. Es un relato maravilloso en todo su
desarrollo. Comienza la historia con la invitación de un fariseo a comer en su
casa. En la misma ciudad había una mujer pecadora pública. Al saber que Jesús
estaba allí, cogió un frasco de alabastro de perfume, entró en la casa, se puso
a los pies de Jesús a llorar, mojando sus pies con sus lágrimas y secándoselos
con sus cabellos, ungió los pies de Cristo con el perfume y los besó. El
fariseo, entretanto, ponía en duda a Cristo. Pero Jesús, que leía su
pensamiento, le propuso una parábola sobre un acreedor que tenía dos deudores y
a ambos perdonó. Se aprovechó de aquella parábola para salir en defensa de
aquella mujer comparando su actitud con la de él: la de ella llena de amor y
arrepentimiento; la de él llena de soberbia y vanidad. Tras ello, hace una
afirmación que parece la absolución tras una excelente confesión: “Le quedan
perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor”, dice
dirigiéndose al fariseo, llamado Simón. Y a la mujer: “Tus pecados quedan
perdonados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. Los comensales volvieron a
juzgar a Jesús: “Quién es éste que hasta perdona los pecados?”
El Apóstol San Pablo |
Hay que tener una actitud correcta, pero esto no es fácil
porque todavía tenemos dos vestidos el hombre viejo y el hombre nuevo y San
Pablo nos dice en efesios 4, 22: “a despojaros, en cuanto a vuestra vida
anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las
concupiscencias”.
Hay que cumplir la promesa aunque nos vaya mal, pero no
jurar, prestar dinero pero sin exigir intereses, no aceptar soborno en contra
del inocente.
En el Nuevo testamento se puede apreciar que la actitud que
espera Dios es de nosotros es a un mucho más por ejemplo en Mateo 5, 27 – 28:
“Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que
mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”. Por
eso en la misa decimos “yo he pecado de pensamiento, palabra, obra u omisión”.
En el libro de 1 Crónicas 29, 10 – 13 observamos
que la alabanza, el dar gloria y gracias a Dios es fundamental en la actitud
eso tiene varios significados, cuando alabamos estamos reconociendo que es
nuestro Señor y la gratitud es aceptar su designio como lo hizo Job cuando
decía: «Desnudo salí del seno de mi
madre, desnudo allá retornaré. Yahveh dio, Yahveh quitó: ¡Sea bendito el nombre
de Yahveh!» (Job 1, 21).
La Virgen María, recibiendo en brazos a su hijo Jesús destrozado cuando lo bajaron de la Cruz |
Para llegar a este nivel hay que desarrollar una buena
actitud, normalmente agradecemos lo bueno, y lo que nos parece “malo”,
renegamos de Dios y tomar como ejemplo a nuestra Madre la Virgen María, al hijo
que dio a luz lo recibió destrozado cuando lo bajaron de la cruz y no renegó,
pero sufrió intensamente pero lo supo aceptar, por eso si a nosotros nos llega
esa prueba por más extrema que sea tenemos que aceptarla diciendo “AMEN” y no
renegar de Dios.
Hay que alabar y darle gracias a Dios no solo cuando todo
está bien sino también cuando las cosa van mal.
Un Maestro de la ley le pregunta a Jesús:" ¿cual es el mandamiento más importante
de la Ley? "(Mateo 22, 35 – 40)
En el Antiguo Testamento pareciera que hay diez mandamientos, pero esto
solo es el decálogo, En el Antiguo Testamento hay muchos mandamientos y sus aplicaciones que los maestros de la Ley sacaron como por
ejemplo normas de purificación.
Ante esta pregunta del maestro de la
Ley Jesús le responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda
tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El
segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda
la Ley y los Profetas.” Entonces a Dios hay que amarlo con todo el corazón y la
mente. Los Santos lo hicieron porque ellos cultivaron el amor a Dios,
llenándose de su amor para poder brindarlos a los hermanos; si esto no se da es
difícil hacerlo, porque el hombre “es el lobo del propio hombre” como lo dijo
el filósofo ingles Thomas Hobbes o como lo dijo Carlos Marx “la explotación del hombre por el hombre”. El hombre explota al hombre porque para él no existe Dios, nosotros los creyentes católicos en la medida que vamos entrando al amor de Dios es donde decidimos poner nuestra voluntad para amar, perdonar, comprender, tolerar etc. al hermano, ayudado de la fuerza que nos da Dios.
La Palabra de Dios nos dice, que lo que espera de nosotros, son nuestras
actitudes de entrega, nuestra honra de corazón sincero.
Lo primero es vivir ante Dios y ante los demás en actitud de amor.
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