jueves, 3 de diciembre de 2015

LA FORMULA DIVINA DE LA SALVACIÓN


El donante de sangre
Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital, conocí a una niña que sufría una extraña enfermedad. La única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quién había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El medico explicó la situación al hermano de la pequeña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar sangre a su hermana. Lo vi dudar por un momento antes de hacer un gran suspiro y decir:
- Sí, lo haré, si esto la salva
Mientras la transfusión continuaba, él estaba estirado en una cama junto a la de su hermana, y sonreía mientras nosotros los asistíamos y veía devolver el color a las mejillas de la niña. En un determinado momento la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró el doctor y le preguntó con voz temblorosa:
- ¿A qué hora empezaré a morirme?
Siendo sólo un niño, no había comprendido la explicación del doctor: Él pensaba que le daría TODA su sangre a su hermana, y entonces moriría.
En la Formula de la Salvación Divina era necesario darlo todo y morir en la Cruz como lo hizo Cristo. Por eso los católicos tenemos una veneración de la Cruz porque ahí esta expresado en forma gráfica la “Formula Divina de la Salvación “
El texto bíblico de Juan 3, 16 es también llamado en Mini-Evangelio porque en este versículo San Juan Evangelista ha logrado aglutinar la esencia del Evangelio.
Juan 3, 16 - 17
Juan 3, 16 - 17:“Tanto Amo Dios al mundo, que le dio a su Hijo Único, para que todo el que crea en el no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenarlo, sino para salvarlo”.
Dios es amor y tanto ha dado amor Dios hacia el mundo es decir a la humanidad. La Formula Divina de la Salvación es que Dios toma la decisión es de entregar a su hijo de darlo en sacrificio muriendo crucificado; pero esta fórmula ya estuvo de alguna manera anunciado en el “Proto-Evangelio”, es decir en Génesis 3, 15 Dios dice: “Enemistad pondré entre tu y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, su descendencia te pisará la cabeza pero tú le morderás el talón” 
Cristo Jesús, Señor y Salvador es quien destruye a Satanás, es el único que lo puede destruir; entonces la profecía que anunciaba  que de la descendencia “de la mujer “pisaría su cabeza se cumpliría con Cristo Jesús.
Pero también se usa la metáfora “pero tú le morderás el talón” esto significa que satanás librería gran batalla con Cristo y esto se puede ver en las diversas tentaciones por la cual paso nuestro Señor Jesús: cuando quiso matar al Mesías cuando recién había nacido con la matanza de los inocentes por medio de Herodes; las tres tentaciones en el desierto, en el huerto de Getsemaní y finalmente en la Cruz.
El hombre muchas veces es débil y deja de ser fiel a Dios como sucedió con el pueblo de Israel en Jueves Santo pedían su crucifixión y cuatro días antes en domingo de ramos decían: “¡Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor!”. Satanás quiere gobernar el corazón del hombre y conducirlo por el camino del mal y también quiso hacerlo con Jesús pero no pudo y fue derrotado. La lección que nos na nuestro Señor Jesús es que vence al enemigo, no matando sino más bien dando la vida: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” y en el momento que entrega la vida y muere Jesucristo se cumple la Profecía anunciada en Génesis 3, 15 y la sangre de nuestro Señor Jesús paga todos los pecados del mundo.
«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 14, 24). Ese grano de trigo es Él y el fruto somos nosotros, sigamos siendo buen fruto, luchemos y perseveremos mediante los recursos que nos brinda como es la santa confesión, la Palabra de Dios, la oración, la intercesión de nuestra Madre la Virgen María, el Espíritu Santo que nos guía, la Iglesia que nos pastorea para que aunque satanás quiera destruirnos, sin embargo nosotros nos podamos volver a levantar.
La Fórmula Divina de la Salvación está en que tanto ama Dios que entrego a su Hijo Único en sacrificio de muerte en cruz para que todos nosotros podamos ser salvados porque la sangre de Cristo ha pagado nuestros pecados. Dios nos permita entender cada día más este mensaje.
Juan 14, 24
«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 14, 24).
No hay alegría de Jesús sin dolor amado. No hay resurrección sin muerte.
Faltan pocos días para su muerte. Será dolorosa, humillante; pero tendrá un sentido: la resurrección.

Había venido a reunir a los hijos dispersos de Dios a romper toda barrera que separa a pueblos y personas, a hermanar a hombres divididos entre sí, a traer la paz y construir la unidad. Pero es necesario pagar un precio: para atraer a todos a sí tendrá que ser elevado de la tierra, en la cruz.
En el tiempo de Pascua se nos muestra en lo alto de la cruz, su martirio y su gloria, en el signo del amor extremo. Allí ha dado todo: el perdón a los verdugos, el Paraíso al ladrón, a nosotros la madre y su cuerpo y su sangre, su vida, hasta gritar: “«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
La Fórmula Divina de la Salvación está en que tanto ama Dios que entrego a su Hijo Único en sacrificio de muerte en cruz para que todos nosotros podamos ser salvados porque la sangre de Cristo ha pagado nuestros pecados. Dios nos permita entender cada día más este mensaje.
Dios cuando vio a la humanidad caída, prometió enviar a su Hijo a salvarnos, entregando su vida en la Cruz pagando nuestros pecados, derramando su sangre para librarnos del castigo eterno, sacrifico lo más hermoso que tenía para salvarnos; pidiéndonos una fe viva, arrepiento de nuestros pecados, convertirnos; con su ayuda lo lograremos abrir los ojos y darnos cuenta que necesitamos de la salvación; que mientras estamos con vida podemos salvarnos, aferrándonos a Cristo; por eso debemos pedir que el Padre Dios toque nuestra mente y corazón para darnos cuenta de esta necesidad y tomar decisiones para no ser indiferentes o insensibles de no querer reconocer la importancia de ser salvados. Por eso debemos pedirle a Dios que derrame sobre nosotros su gracia redentora: por el mundo pecador para que lo perdone y envié a más mensajeros que les hablen sobre el llamado de la Salvación 

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