El donante de sangre
Hace muchos
años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital, conocí a una niña que
sufría una extraña enfermedad. La única oportunidad de recuperarse
aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quién
había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los
anticuerpos necesarios para combatirla.
El medico explicó la situación al hermano de la pequeña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar sangre a su hermana. Lo vi dudar por un momento antes de hacer un gran suspiro y decir:
- Sí, lo haré, si esto la salva
Mientras la transfusión continuaba, él estaba estirado en una cama junto a la de su hermana, y sonreía mientras nosotros los asistíamos y veía devolver el color a las mejillas de la niña. En un determinado momento la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró el doctor y le preguntó con voz temblorosa:
- ¿A qué hora empezaré a morirme?
Siendo sólo un niño, no había comprendido la explicación del doctor: Él pensaba que le daría TODA su sangre a su hermana, y entonces moriría.
El medico explicó la situación al hermano de la pequeña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar sangre a su hermana. Lo vi dudar por un momento antes de hacer un gran suspiro y decir:
- Sí, lo haré, si esto la salva
Mientras la transfusión continuaba, él estaba estirado en una cama junto a la de su hermana, y sonreía mientras nosotros los asistíamos y veía devolver el color a las mejillas de la niña. En un determinado momento la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró el doctor y le preguntó con voz temblorosa:
- ¿A qué hora empezaré a morirme?
Siendo sólo un niño, no había comprendido la explicación del doctor: Él pensaba que le daría TODA su sangre a su hermana, y entonces moriría.
En la Formula de la Salvación Divina era necesario darlo todo y morir en
la Cruz como lo hizo Cristo. Por eso los católicos tenemos una veneración de la
Cruz porque ahí esta expresado en forma gráfica la “Formula Divina de la Salvación “
El texto bíblico de Juan 3, 16 es también llamado en Mini-Evangelio
porque en este versículo San Juan Evangelista ha logrado aglutinar la esencia
del Evangelio.
Juan 3, 16 - 17 |
Juan 3, 16 - 17:“Tanto Amo Dios al mundo, que le dio a su Hijo Único,
para que todo el que crea en el no muera, sino que tenga vida eterna. Porque
Dios no envió a su Hijo para condenarlo, sino para salvarlo”.
Dios es amor y tanto ha dado amor Dios hacia el mundo es decir a la
humanidad. La Formula Divina de la Salvación es que Dios toma la decisión es de
entregar a su hijo de darlo en sacrificio muriendo crucificado; pero esta
fórmula ya estuvo de alguna manera anunciado en el “Proto-Evangelio”, es decir
en Génesis 3, 15 Dios dice: “Enemistad
pondré entre tu y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, su
descendencia te pisará la cabeza pero tú le morderás el talón”
Cristo Jesús, Señor y Salvador es quien destruye a Satanás, es el único que
lo puede destruir; entonces la profecía que anunciaba que de la descendencia “de la mujer “pisaría su
cabeza se cumpliría con Cristo Jesús.
«Si el grano
de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho
fruto» (Juan 14, 24). Ese grano de trigo es Él y el fruto somos nosotros,
sigamos siendo buen fruto, luchemos y perseveremos mediante los recursos que
nos brinda como es la santa confesión, la Palabra de Dios, la oración, la intercesión
de nuestra Madre la Virgen María, el Espíritu Santo que nos guía, la Iglesia que
nos pastorea para que aunque satanás quiera destruirnos, sin embargo nosotros
nos podamos volver a levantar.
La Fórmula
Divina de la Salvación está en que tanto ama Dios que entrego a su Hijo Único
en sacrificio de muerte en cruz para que todos nosotros podamos ser salvados
porque la sangre de Cristo ha pagado nuestros pecados. Dios nos permita
entender cada día más este mensaje.
Juan 14, 24 |
«Si el grano
de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho
fruto» (Juan 14, 24).
No hay alegría de Jesús sin dolor amado. No hay resurrección sin muerte.
Faltan pocos días para su muerte. Será dolorosa, humillante; pero tendrá un sentido: la resurrección.
Había venido a reunir a los hijos dispersos de Dios a romper toda barrera que separa a pueblos y personas, a hermanar a hombres divididos entre sí, a traer la paz y construir la unidad. Pero es necesario pagar un precio: para atraer a todos a sí tendrá que ser elevado de la tierra, en la cruz.
En el tiempo de Pascua se nos muestra en lo alto de la cruz, su martirio y su gloria, en el signo del amor extremo. Allí ha dado todo: el perdón a los verdugos, el Paraíso al ladrón, a nosotros la madre y su cuerpo y su sangre, su vida, hasta gritar: “«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
No hay alegría de Jesús sin dolor amado. No hay resurrección sin muerte.
Faltan pocos días para su muerte. Será dolorosa, humillante; pero tendrá un sentido: la resurrección.
Había venido a reunir a los hijos dispersos de Dios a romper toda barrera que separa a pueblos y personas, a hermanar a hombres divididos entre sí, a traer la paz y construir la unidad. Pero es necesario pagar un precio: para atraer a todos a sí tendrá que ser elevado de la tierra, en la cruz.
En el tiempo de Pascua se nos muestra en lo alto de la cruz, su martirio y su gloria, en el signo del amor extremo. Allí ha dado todo: el perdón a los verdugos, el Paraíso al ladrón, a nosotros la madre y su cuerpo y su sangre, su vida, hasta gritar: “«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
La Fórmula
Divina de la Salvación está en que tanto ama Dios que entrego a su Hijo Único
en sacrificio de muerte en cruz para que todos nosotros podamos ser salvados
porque la sangre de Cristo ha pagado nuestros pecados. Dios nos permita
entender cada día más este mensaje.
Dios cuando
vio a la humanidad caída, prometió enviar a su Hijo a salvarnos, entregando su
vida en la Cruz pagando nuestros pecados, derramando su sangre para librarnos
del castigo eterno, sacrifico lo más hermoso que tenía para salvarnos;
pidiéndonos una fe viva, arrepiento de nuestros pecados, convertirnos; con su
ayuda lo lograremos abrir los ojos y darnos cuenta que necesitamos de la
salvación; que mientras estamos con vida podemos salvarnos, aferrándonos a
Cristo; por eso debemos pedir que el Padre Dios toque nuestra mente y corazón para
darnos cuenta de esta necesidad y tomar decisiones para no ser indiferentes o
insensibles de no querer reconocer la importancia de ser salvados. Por eso
debemos pedirle a Dios que derrame sobre nosotros su gracia redentora: por el
mundo pecador para que lo perdone y envié a más mensajeros que les hablen sobre
el llamado de la Salvación
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