viernes, 21 de agosto de 2015

JESÚS NUESTRO ALIMENTO

Jesús celebro la Cena pascual judía con sus apóstoles y en el momento de comer el pan lo tomo y lo partió diciéndoles: “tomen y coman, este es mi cuerpo”. Luego tomó en sus manos la copa de vino y dando gracias a Dios se los paso a sus discípulos diciendo. “tomen y beban todos de él porque esta es mi sangre que será derramada en favor de muchos para el perdón de sus pecados” (Mateo 26, 26 – 28; 1 Corintios 11, 23- 26).
Jesucristo prometió quedarse con nosotros para siempre. Él se quedó entre nosotros de diversas maneras, pero la manera más sublime de quedarse entre nosotros  fue el sacramento de la EUCARISTIA.
En la Eucaristía Jesús quiso hacerse presente bajo la forma de pan y vino para ser el alimento espiritual nuestro y darnos su gracia de salvación y santificación.
El evangelista San Juan en el capítulo 6 narra dos milagros de Jesús: con la multiplicación de los panes, nos dice así como pudo multiplicar el pan material así puede multiplicar su cuerpo para ser el alimento espiritual de sus discípulos. Con el milagro de Jesús que camina sobre las aguas superando las leyes físicas, nos dice que también Jesús puede hacerse presente en el pan y vino transformándolos en su Cuerpo y en su Sangre.
San Juan después de la presentación de los milagros de la multiplicación de los panes y Jesús caminando sobre las aguas presenta la revelación de la Eucaristía en dos partes:
Primero, desde el versículo 25 al 42, nos enseña que Cristo es el Pan de Vida y que lo fundamental para recibirlo es la fe: “Yo soy el Pan de Vida, el que crea en mí, no morirá  y tendrá la vida eterna”.
Segundo, desde el versículo 48 al 58 da la explicación que debe hacerse con ese pan: comerlo: “Yo soy el Pan que ha bajado del cielo, el que como de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi propio cuerpo”. Quienes lo están escuchando dudosos se pregunta igual que hoy:” ¿Cómo vamos a comer su cuerpo y beber su sangre?”. Pero Jesús lo reafirma: “Si ustedes no comen la carne del Hijo de Hombre y beben su sangre no tendrán vida”.
Jesús aclara que su cuerpo es alimento de vida eterna. No es alimento para el estómago sino para el alma por eso dice San Juan en el capítulo 6, versículo 63: “El espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha. Las cosas que yo he dicho son espíritu y vida”.
Todo católico necesita de este poderoso para tener fuerza espiritual necesaria para seguir bregando en la dura vida cristiana.
San Pablo dice que para participar de la Comunión se debe estar bien preparado para poder recibirlo dignamente el Cuerpo de Cristo, también debe tener una vida muy cristiana. Y limpiar el alma de pecado grave mediante la confesión antes de comulgar, así se llegara dignamente a la comunión


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